Hablando de Hidrofobia (parte I y II)

Iniciado por Tomate©, 30 de Julio de 2009, 12:38:59 AM

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Tomate©

Leyendo el post sobre el conejo que ataca a las personas y perros veo que alguien nombra a la Hidrofobia (rabia) y enseguida me vino a la mente este relato de cacería que habla de un león hidrofóbico, describe síntomas y características además de ser un relato de caza que a los amantes de la especialidad puede interesar.
Ojalá les guste

Un abrazo


Saludos desde Rosario, Argentina
Presumiendo ser el 1º Socio Honorario de la S.T. T.D.P
Tomate©
q=)


 


ENCUENTRO HIDROFOBICO CON UN LEON
Traducción de Ricardo Jezzi de su original en inglés

En otra oportunidad he hablado de Ganyana, así que omitiré la presentación. El artículo que sigue fue publicado por él en African Hunter Magazine y es interesante porque toca un tema casi desconocido (aquí):
"La rabia es una de esas enfermedades que suscita un terror instintivo en el hombre. Una vez que aparecen los síntomas es prácticamente incurable y un modo horroroso de morir. En realidad, lo mismo le ocurre a cualquier animal infectado, ya que el virus destruye el cerebro y los nervios, causando espasmos increíblemente dolorosos y la pérdida de todo control. Los animales se vuelven locos, mordiendo cualquier cosa que tengan al alcance y tratando de librarse de sus padecimientos atacando a otra bestia, pero también a matorrales, rocas, etc. En las primeras etapas, los cambios mentales producen una sensación de intensa inseguridad, originando en los afectados el deseo de buscar la compañía de otros de su especie e incluso del hombre. A veces, la primer señal de una epidemia de rabia es que los chacales y las civetas se muestran a plena luz del día y parece que buscaran una caricia humana detrás de las orejas. De hecho, esta es la forma en que ocurre la mayoría de los contagios a los hombres, generalmente en chicos que encuentran fascinante el que animales supuestamente salvajes parezcan domesticados.

Crecí con un profundo miedo de los chacales. Participé de un incidente con un chacal rayado rabioso que me mordió cuando tenía algo más de 3 años, y; si bien no recuerdo el suceso, seguramente me dejó marcado. Más tarde, al trabajar como Oficial de Parques, tuve la tarea de secundar al encargado del departamento veterinario en la recolección de especímenes para un proyecto vinculado a la hidrofobia. En ese entonces, Matabeleland estaba sufriendo la peor epidemia de rabia en décadas, y; para empeorar las cosas, se había descubierto una rara variedad del virus en un gato doméstico, la llamada Makola. Por cierto, la vacunación standard no protegía a los animales contra la variedad Makola y el tratamiento habitual en humanos ofrecía escasas probabilidades de curación. El resultado fue el pánico.

La solución intentada fue tratar de eliminar toda la población de chacales infectados y los demás animales que pudieran transmitir la enfermedad, además de determinar la extensión de la difusión del virus Makola. La investigación fue asignada al competente Dr. Chris Foggin, que era el jefe de la división veterinaria para la Vida Salvaje.
Era un problema difícil. Poner cebos envenenados para matar a los chacales era un procedimiento común, pero los asistentes también colocábamos trampas para atrapar vivos a los gatos salvajes, civetas, servales y murciélagos. De la mayoría de los capturados, bastaba con tomar una simple muestra de sangre, pero de los chacales, murciélagos y otros transmisores supuestamente rabiosos, se tomaba también una muestra del cerebro. Estábamos pre vacunados como protección contra el más común de los virus de la rabia y contra el Makola, pero usábamos también gruesos guantes de goma y Jik (un compuesto con base de cloro) para limpiar todo. Era una tarea peligrosa, a la que añadía mayor "atractivo" una guerra de guerrillas que se desarrollaba en el área. Ciertamente, el ejército se atribuía la mayoría de las muertes, pero los disidentes tomaban como blanco a cualquier integrante del gobierno que pudieran, y, los pequeños grupos de tareas de veterinarios y personal de Parques Nacionales eran siempre interesantes para ese fin.

Cada noche era una ejercitación en controlar los nervios y el miedo. Los chacales aullaban afuera de las casas donde permanecíamos, probablemente rabiosos. El grueso de los granjeros se quedó estoicamente en sus hogares soportando los problemas, pero en algunos lugares nos entregaron las llaves de las residencias y nos dijeron que permaneciéramos allí tanto como lo necesitáramos, mientras que los propietarios se quedaban en las ciudades hasta que pasara la peor crisis.
Aún a la luz del día, no se terminaban para mí las "pesadillas de los chacales". Tuvimos uno que nos corrió, mordiendo las puertas del jeep Land Rover. Instantáneamente nos encontramos con tres guías de caza (scouts) subidos al techo y gritándole a Chris que manejara, en tanto que él y yo subíamos los vidrios tan rápido como nos era posible. Finalmente, pude despejar mi ventanilla lo suficiente como para asomar el caño de mi pistola y disparar. En otra ocasión, recibimos disparos de un grupo de disidentes; al detenernos para inspeccionar una línea de cebos y los cinco tuvimos que refugiarnos en la zanja al costado del camino. Dado que el fuego que nos hacían no era particularmente preciso y venía desde un montículo a cierta distancia, pudimos recibir el aviso de que venía en nuestra ayuda una unidad militar de apoyo. Mientras que Chris, un guardia de caza y yo devolvíamos los disparos; el sargento supervisaba la muy importante tarea de hacer el té. En el medio de esta situación bastante ridícula, de pronto apareció un chacal que atravesaba alegremente el fuego cruzado y se dirigía hacia nosotros. Yo tenía un fusil abominable, un modelo "nuevo" Portugués G3, que funcionaba bien con ciertos cargadores, pero fallaba con otros. Era tan difícil de amartillar que yo usualmente colocaba la culata en el suelo y usaba mi bota con todo el peso del cuerpo para iniciar rápidamente su funcionamiento. Como era probable, se trabó en el mismo momento en que Chris y el guardia de caza estaban recargando. Yo traté de sacar la bala trabada, colocar un nuevo cargador, pararme a pesar del fuego hostil y patear la acción para abrirla. Mientras tanto, le gritaba a Chris (que tenía un F.N. F.A.L.) que liquidara el bicho. El terminó de recargar y cumplió con mi pedido.

En las semanas que siguieron, tuvimos casos de rabia en caracales, civetas, mangostas y murciélagos. Con mi característica habilidad, logré que me mordiera un murciélago infectado y tuve que empezar un tratamiento completo. En este punto, un desesperado llamado de auxilio nos alcanzó. Un león, del que se sospechaba estaba rabioso, había atacado y muerto a dos soldados en un rincón del Parque Nacional de Hwange. ¿Podría alguien encargarse del asunto?. Qué suerte – yo había sido vacunado contra la rabia, terminado mi tercer etapa del tratamiento y por lo tanto tenía derecho a dos semanas de vacaciones -. Desgraciadamente, era un cadete, el grado inferior del escalafón y no tenía a quién endosarle mis obligaciones.

Continua en la parte II

No es la Flecha, es el indio.

Tomate©

#1
Como no me dejó pegar dos post seguidos tuve que dividirlos, si después CZ99 puede unirlo mejor asi no andan buscando por capítulos intenté todo pero me fue imposible hacerlo.

 


ENCUENTRO HIDROFOBICO CON UN LEON
Traducción de Ricardo Jezzi de su original en inglés

Continuación.........

El siguiente dilema, era la elección del rifle apto para la tarea. Debido a los disidentes, me recomendaron llevar mi arma de guerra y simplemente llenar el león de agujeros. Para ese momento, yo había cambiado el G3 por un 303 Enfield. Sería más lento y tendría sólo 10 balas en el cargador, pero disparaba cada vez que se apretaba el gatillo. No obstante, había una pequeña cuestión respecto a su poder de detención. Un 303 puede ser suficiente para un león al que se dispara desde un apostadero. E incluso cazado al acecho, si trata de huir. En caso de una carga, yo no estaba tan seguro. Sí, yo podía operar ese cerrojo bastante rápido, pero; ¿sería suficiente para parar un león enloquecido que me atacara?. No lo creía y tampoco lo creía el oficial encargado del control de animales problemáticos, que amistosamente me entregó una bayoneta para colocarle al Lee Enfield.
Por otra parte, yo no había quedado conforme con varios de los rifles que poseía el Departamento y que había usado en ciertas labores "difíciles". Una vez me habían dado un 458 Winchester para tratar con un elefante problemático, y; sufrí una falla en las balas. Había usado un fusil 375 fabricado por Fabrique Nationale para una operación de eliminación de búfalos y debido a mi costumbre de utilizar un Brno en 7 mm.; había operado insuficientemente el cerrojo y atascado la acción. A pesar de muchas lamentaciones y lloriqueos en la armería, no había podido conseguir el 425 Westley Richards que quería, ni siquiera un 404 Jeffery, teniendo que conformarme con un Brno en 9.3 x 62 para la siguiente campaña de eliminación de búfalos. Este era el rifle en el que tendría que confiar para tratar con el león rabioso. Me las compuse para juntar 100 tiros para él, advirtiendo que sólo podría llevar un arma para lidiar con los disidentes y el animal, y; el Brno tendría que bastarme. Los dos scouts que me iban a acompañar irían armados con un Lee Enfield y una ametralladora ligera. ¡Ellos tendrían que atender al enemigo!.

Comida para tres días, un tanque lleno de combustible, 200 litros de repuesto en un bidón auxiliar y partí, oyendo comentarios de que esto me iba a quitar algo de arrogancia.....si sobrevivía. No creo que los dos scouts apreciaran demasiado esta observación, desde luego. Se trataba de un viaje de tres horas de duración hasta el campamento del ejército en el noroeste de Tsholotsho. Después de que explicaran el motivo de nuestra presencia, tampoco fueron muy bien recibidos.
Mis guías eran Ndebele, yo era blanco y los soldados allí estaban en el medio de una guerra de "limpieza étnica". Durante la última media hora de nuestra travesía, no habíamos visto un solo poblado intacto o alma viviente alguna. No obstante, el comandante quería ver al león muerto, y; estos hombres no querían tener nada que ver con el tema. En realidad, se encontraban fuertemente atrincherados en su campamento.
Nos llegamos hasta donde habían sido muertos los dos hombres esa mañana y encontramos que a unos 100 metros del puesto había una lagunita. Los hombres se habían llegado hasta allí para lavar su ropa y el león, que había estado bebiendo; saltó sobre ellos y los hizo literalmente pedazos. Había arrancado miembros de los torsos, partido cabezas por la mitad.....sin intentar comer nada, simplemente se había limitado a romper y desgarrar. El ejército deseaba que recobráramos los cuerpos, pero yo decliné la solicitud. Mi trabajo era ocuparme de leones y el tratamiento de los cuerpos era una especialidad de la Quinta Brigada (ésta había matado por lo menos a 20.000 civiles confirmados en un par de años y probablemente el número real se acercaba a 10 veces esa cifra), así que les cedí la faena, habiéndome asegurado de que todas las patrullas en el área habían sido notificadas de nuestra presencia. A continuación, manejamos a través de la rala maleza, siguiendo los rastros en la blanda arena.

El león que perseguíamos no era particularmente grande, pero de un vistazo a los pelos de la melena se podía deducir que era viejo. Por otra parte, la cantidad de saliva que había dejado secándose alrededor de los restos hacía patente que el ejército había sido preciso en su análisis. Había corrido en línea recta por algo así como medio kilómetro, saltando sobre los matorrales y sólo desviándose ante los árboles. Luego había aminorado la marcha hasta un caminar desordenado, a menudo describiendo círculos. Seguimos los signos con cuidado, con un guía de caza manejando, el otro agarrado del parante mirando el rastro y yo en la caja esperando disparar a algo.

A la distancia pudimos oír ruido de disparos y gritos, luego un rugido y más disparos. Cautelosamente nos aproximamos. A unos 500 metros encontramos los restos de una patrulla esparcidos por el camino. Dos hombres estaban muertos, destrozados con la misma inimaginable ferocidad de los de la lagunita. Dos más deseaban haber muerto, sentados sobre un árbol pero malamente mordidos y rasguñados, y; los dos restantes se habían subido a sendos árboles. Uno de ellos todavía aferraba su AK Kalashnikov. Paramos y llamamos a la base por radio para pedir un médico, al tiempo que poníamos agua a hervir y escuchábamos su historia. Habían emprendido el regreso a la base, bien separados en fila india y moviéndose a lo largo de un sendero para el ganado, cuando sin ningún aviso el león había saltado sobre el primer hombre de la patrulla y lo había matado instantáneamente, corriendo luego a través de la fila mordiendo y desgarrando a los demás. El tercer soldado había sido herido y derribado, pero se las había arreglado para utilizar su rifle y puso un par de balas en el león mientras éste atacaba al cuarto. Esta acción hizo que el león volviese y el soldado subió a un arbolito. La bestia saltó hacia él y lo derribó otra vez. Ahora el quinto de la patrulla, el cabo, puso su rifle en acción y colocado otras dos balas en la fiera. En ese momento, el león percibió que el segundo en la hilera aún se movía y se dirigió hacia él para hacerlo trizas. Los dos heridos se refugiaron en un árbol más grande, mientras que los dos indemnes avanzaban para tratar de terminar con la bestia. Otra carga, algunos disparos y luego ambos corrieron hacia los árboles. Afortunadamente, uno de los tiros había roto la cadera del león, con lo que no pudo volver a saltar, así que después de recibir varias balas más de parte del hombre que todavía conservaba su arma, cambió de dirección para seguir mutilando a los muertos, alejándose trabajosamente cuando advirtió nuestra llegada.
Un soldado era una ruina y uno de mis guías decididamente se había acobardado, al punto de no querer bajar del camión, así que el cabo tomó la ametralladora R.P.D. que llevaba la patrulla y se ofreció para acompañarme. Nos movimos en un grupo apretado, con el otro guía de caza rastreando y el soldado y yo un paso atrás y al costado, buscando el león. No tuvimos que andar mucho. A unos 200 metros, el animal trató de arrastrarse para enfrentarnos, ignoro cómo, porque el rastro de sangre arterial era grande y había salpicado los árboles. Donde yacía se había formado una laguna de sangre, ya que con ambos pulmones y la arteria en la cadera perforada, estaba prácticamente muerto sobre sus patas. Muy pronto le agregamos unos 100 tiros de la R.P.D. y 20 del F.A.L. del scout, con lo que se terminó el asunto.

En definitiva, el incidente no nos afectó directamente a nosotros, pero me enseñó una muy buena lección: uno no debe dejar que la imaginación genere terrores. En la mayoría de los casos, estos miedos nunca se concretan y en este caso las cosas terminaron de un modo que yo no hubiese pensado. Ahora....adelantemos 18 años en el tiempo. En el 2003 hubo otra epidemia de rabia en la frontera entre Zimbabwe y Mozambique, debido a una falta de vacunas. En el caos que significó la reforma agraria de Zimbabwe y la caída del control veterinario en la mayoría de sus provincias, no fue una casualidad que el virus se propagara entre los animales salvajes y los perros domésticos y por muchos meses la situación fue muy tensa.

En medio de todo esto, recibí dos pedidos de ayuda por parte de cazadores profesionales que se ocupaban de los animales rabiosos. El primero trataba sobre un gato caracal que rondaba la capital, Harare. Es inimaginable como un depredador tan grande podía sobrevivir en el medio de una ciudad moderna, que únicamente tiene pequeños parques y algunos prados (pero en 1993 capturamos un leopardo en el Real campo de golf de Harare, que aparentemente subsistía con una dieta mayormente compuesta de perros vagabundos). Después de un par de días de cacería, el caracal fue ubicado en una alcantarilla debajo de una calle. Una tormenta de postas en su cara terminó con sus andanzas, pero llegó demasiado cerca como para que me sintiera confortable (recibió 3 disparos de postas del 00 desde una escopeta semiautomática del calibre 10 cuando cargó desde una distancia de 5 metros).

Una semana más tarde, recibí otra solicitud de auxilio, procedente del suroeste del país. Esta vez se trataba de un león. Yo ya había tenido una experiencia en la epidemia de 1986/1987. Ese animal había matado sólo una persona, pero en un típico ataque hidrofóbico. Rasgar, morder, pero sin devorar nada. El olor de la sangre vuelve al animal completamente loco. Varias cabezas de ganado habían sido aniquiladas de manera similar y las autoridades temían que pudieran ser atacados los rinocerontes que estaban criando cuidadosamente.
No hay nada en este mundo que se compare con la intensa excitación que provoca perseguir a un león rabioso, con la posible excepción de perseguir a un hombre armado y drogado. El animal no conoce el miedo. Sus nervios han sido destruídos de todos modos y el shock hidrostático no ayudará a derrumbarlo. Herido en el corazón, continuará peleando hasta que el cerebro se quede sin oxígeno y muera, como había podido comprobar en mi encuentro previo. Me tentaba llevar mi 404, que era el rifle más pesado que poseía, pero un análisis cuidadoso me inclinó a decidirme por mi HB F.A.L. en 7.62, cargado con puntas militares. Esto me daría 20 chances de alcanzar la espina dorsal o el cerebro. Mi acompañante optó por llevar un 450 Ackley Magnum, confiando en que la enorme energía en la boca sería suficiente para parar una carga.

El rastreo fue fácil. La fiera deambulaba sin ninguna dirección lógica por una pequeña elevación después de su último ataque, tendiéndose luego en la sombra a descansar. Habíamos llevado algunos cuzcos para seguirlo y sus ladridos lo molestaron, por lo que se nos vino directamente encima. Un rugido y todos los perros callaron, se volvieron y huyeron, seguidos rápidamente por sus dueños (nativos del poblado más próximo). Nunca he visto perros "de caza" cambiar tan velozmente su actitud. Ni siguiera se pegaron a los hombres, como suelen hacer cuando un león ronda por las noches, ni gimieron, simplemente huyeron, porque sabían qué se les aproximaba y no querían tener nada que ver con eso.
Obviamente, el león no nos había visto, porque salió al sendero a unas 50 yardas de distancia, pero en ese instante nos percibió y directamente cargó hacia nosotros. No hubo nada del normal agazaparse y mover la cola antes de la carga, simplemente una breve hesitación al identificar algo que valía la pena hacer trizas. Sin embargo, corría en una forma irregular y no tan rápido como era posible esperar. El 450 de Sean ciertamente lo sentó, pero en un instante estaba otra vez en pie y viniendo. Las balas militares del 7.62 que le coloqué en la cara, pecho y cuello bien podrían haber sido tiros del 22 Long Rifle, visto el aparente efecto que tuvieron. Entonces una alcanzó la espina dorsal y se desplomó en la senda. Otra bala del 450 en el pecho, pero todavía continuaban los extraños sonidos y trataba de levantarse. Evidentemente, la espina dorsal no estaba rota, solamente rozada. Me detuve, apunté con cuidado y le metí una bala en el cerebro. ¡Había recibido 14 disparos!.

¿Y el agradecimiento?. Nada de eso, el Departamento Veterinario se quejó por el tiro en el cerebro, diciendo que dificultaba confirmar el caso de rabia.
Respecto al rifle....bueno, un tal Roy Vincent anda tratando de modificar un Browning BAR en 300 Winchester para utilizar el 416 Taylor. En ese entonces, no veía la necesidad que alguien pudiera tener de un rifle semiautomático en ese calibre.
Ahora la veo".



Post Merge: 30 de Julio de 2009, 10:44:04 AM

Gracias Armando!!!!  la verdad es que no me dejaba pegar uno detrás del otro, y me decía que se habían excedido los caracteres, en fin....
Hacías falta vos.

Un abrazo


Saludos desde Rosario, Argentina
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Tomate©
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No es la Flecha, es el indio.

JaimeCros

Mi querido Adrián,
Me he deleitado con el relato y ciertamente debe ser toda una aventura para viivr alguna vez en la vida.

elgallo48

muy interesante,aleccionador y emocionante el relato, toda una aventura...gracias Tomate.
UN HOMBRE BUENO ARMADO, PUEDE DETENER UN DELINCUENTE ARMADO.

Tomate©

No es que tenga relación (en cuanto a autores) pero si les gustan estos relatos vean de conseguir un libro que se llama "Muerte en los pastizales" de Peter Capstick (un ex withe Hunter africano) de editorial EMECE, en mi país est´´a agotado hace rato, yo alcancé a conseguir uno en un sehunda mano.
Una visión muy interesante de la cuestión de caza Africana y una realidad que muchas veces se esconde en cuanto a los animales salvajes, habla de los 5 grande de Africa y da un pantallazo sobre todos los demás animales.

Un abrazo y me alegro que les gustara e`l relato, es un envío de un buen amigo.


Saludos desde Rosario, Argentina
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No es la Flecha, es el indio.