Alerta y atento. ¿Paranoia o sana costumbre?

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    Alerta y atento. ¿Paranoia o sana costumbre?

    Por Cecilio Andrade

    “El Samurái desde que abandona la puerta de su casa hasta que regresa a ella, actuará siempre como si estuviera bajo los ojos del enemigo”

    En un mundo perfecto las palabras del monje y Maestro Zen Yamamoto Tsunetomo en su obra “Hagakure”, escrita como guía de los samuráis, podrían considerarse agresivas, violentas o cuando menos paranoicas. Pero si en su época, siglo XVIII según el cómputo occidental, no estaban fuera de lugar menos lo son en violento y aun apenas adolescente siglo XXI, por mucho que lo deseen los bien pensantes y políticamente correctos. A todos nos gustaría pensar que la bondad humana es universal, y que por el hecho de ser vegetarianos y mimar a un gatito ese tigre no nos va a devorar. Por desgracia, por mucho que enoje a muchos y muchas, el mundo es bastante más cruel y peligroso. O quizás no cruel, si peligroso pero no cruel, lo correcto quizás sea más cercano a “neutral”.

    Mentalizarnos de que no vivimos en un pacífico e idílico mundo feliz es el primer paso para poder estar en una situación de alerta sana y natural. La enorme cantidad de situaciones de riesgo a las que podemos vernos enfrentados es tal que pensar de otra manera, a día de hoy, es de inconscientes cuando no suicida. Y lo cierto es que esta alerta no es solo aplicable a profesionales armados, policías y militares, cualquier ciudadano del rincón más apartado del pueblito más alejado puede verse envuelto en una situación de riesgo, encontrandose en la realidad de luchar por su integridad o por el de las personas de su entorno familiar o social.

    En la parte del mundo ocupado por la civilización occidental no vivimos en un ambiente del tipo “duelo en OK Corral”, pero los índices de violencia no permiten tampoco relajarnos. Crecen sin parar y a no mucho tardar, ojalá me equivoque, estaremos en los mismos porcentajes que el resto del planeta. Tampoco olvidemos un detalle, Occidente es un oasis en un mundo violento, la violencia en grandes ciudades del resto del globo superan la de muchas guerras. África, muchas partes de Iberoamérica, Asia en sus distintas zonas, son la mayor parte del planeta, y el oasis de Occidente está cada vez más cerca y cercado por esa violencia.

    Pocos occidentales se dan cuenta que tener una mentalización de prevención y de uso de la violencia para defenderse de una agresión no es una aberración como nos quieren vender determinados grupos y “estudios”. Ser previsor, vivir prevenido es más correcto, no los convierte en paranoicos, tan solo los hace precavidos y observadores, después de todo el saber popular lo expresa  perfectamente, “más vale prevenir que curar”, y este dicho tiene siglos en nuestra cultura, por algo será.

    Aptitud mental.

    En este ámbito, hablar de aptitud mental, no se trata de salir de casa como si cada día tuviéramos un duelo al sol al más puro estilo espagueti western. Se trata de ver, no solo mirar, nuestro entorno. Captar lo que vemos, no en pasar la mirada sin atención ni interés. Con un mundo centrado en los teléfonos inteligentes, estos tienden a absorber la de sus usuarios alejándolos de ver lo que les rodea.

    No buscamos un tiroteo, un simple resbalón en unas escaleras ya puede ser bastante grave, una cartera robada por ir pendiente de facebook o whatsapp nos puede estropear el almuerzo ese que pasamos mirando las fotos de la última playmate en la web.

    Realmente cada vez vivimos más apartados de nuestro entorno, y si no, levanten su cabeza de su Smartphone o tableta y miren a su alrededor cuando tomen su café matutino, verán pocas cabezas que no estén agachadas sobre sus inteligentes teléfonos. Podría pasar la playmate de antes, real y en carne y hueso, entre ellos y ellas y muy pocas cabezas se darían cuenta de ello.

    Debemos reaprender a vivir en el mundo, observarlo, entenderlo, analizarlo y sobre todo estar alerta en el. En lo que nos ocupa, el trabajo del profesional armado, con más razón. NI imaginan la cantidad de “profesionales”, escoltas u operadores que observo “mensajeando” en medio de un operativo, una protección o un servicio cualquiera. ¿No lo creen? Ojala fuera mentira, me habría ahorrado ser siempre el malo y el paranoico del grupo.

    Un profesional armado debe vivir en el mundo, estar en él el 100% de su tiempo activo, con una mentalidad, o aptitud mental, adecuada y real. Está ahí para hacer un trabajo, un trabajo que implica estar alerta y capaz para ejercer violencia controlada para evitar una violencia mayor y descontrolada. Ni más ni menos. Pensar otra cosa es vivir en un mundo que no es el real.

    La mayoría confían simplemente en su capacidad para usar esa violencia, en general como tiradores, sin darse cuenta que por más dieces que sean capaces de hacer, por más llaves y técnicas de artes marciales conozcan, sin la aptitud mental de reconocer, identificar y prevenir un ataque, no hay mucho a nuestro favor. La única y mejor defensa es simple, estar atento, prevenido y dispuesto a usar la violencia también.

    Es tan simple como eso. Es visualizar el entorno, sus “ocupantes” y actuar en consecuencia. Aptitud mental se denomina.

    Nadie puede ir las 24 horas del día en situación de alerta, pero si puede ir “observando”. Observando y pensando que cosas están fuera de lugar y de situación. Si lo logramos, raramente seremos sorprendidos, quizás no salgamos de “rositas” pero sin duda la sorpresa no será uno de los factores en nuestra contra.

    La siguiente cuestión dentro de la aptitud mental es no asombrarnos ni ver una agresión con incredulidad, algo muy común en el oasis occidental. “Ese tipo viene corriendo con un hacha, los ojos desencajados y gritando. No puede estar atacándome a mí, no pued……..”, ¿resultado? Podría ser un vendedor de hachas callejero, pero no es muy probable ¿Uds. que opinan?

    Si observamos el mundo con una atención normal la sorpresa en nuestra contra es muy difícil de lograr, si mentalmente estamos dispuestos a reaccionar ante determinadas acciones, es indiscutible que nuestro tiempo de reacción se reduce de forma muy importante. El ciclo OODA (ver artículo: http://cecilioandrade.blogspot.com/2012/12/psicologia-tactica-tactica-psicologica.html) de nuestro cerebro se minimiza y nuestras posibilidades de salir con bien aumentan.

    Unos de los mejores sistemas de escalada de atención, al menos a modo de exposición gráfica y visual a la hora de aprender a “vivir en el momento y en el mundo”, es la desarrollada por el Coronel Jeff Cooper en su “Código de Colores de Alerta”.

    Código de Colores de Alerta, Coronel Jeff Cooper.

    Antes de comentar este sencillo código dejar claro varios puntos que suelen llevar a error a la hora de explicar o aplicar este código de colores.

    No vamos por la vida, no podemos ir, pensando “ahora debo ir en color naranja, ahora paso a amarillo, ahora…”. La realidad es que este código de colores solo nos dice en qué situación se pone nuestra mente sola en cada escaneo que hacemos de nuestro entorno. No pienso en colores, pero si los uso a la hora de describir, explicar, o comentar donde estaba en cada serie de momentos dados. Ir pensando conscientemente en colores y sus cambios… ¿no creen que nos alejaría de observar el entorno? Considérenlo como lo que es, una definición grafica de la situación en la que nuestro cerebro se sitúa en cada momento dado.

    Tenemos cuatro colores en este código:

    –          Blanco, sin alerta, desprevenido.

    –          Amarillo, una atención relajada, observando lo que resalta del entorno.

    –          Naranja, alerta, detectamos una anomalía y aumentando y centrando nuestra atención y predisposición.

    –          Rojo, ya no hay una simple alerta, hay acción, ya sea para prepararnos o para defendernos, actuamos.

    El paso de cada transición no es tan simple como de uno a otro de forma ordenada, ni mucho menos. Veamos un par de ejemplos demostrativos:

    –          Está en su casa, en zapatillas, recién duchado, con una copa de vino, mirando tranquilamente el televisor después de una tarde muy ajetreada, ¿condición? Blanco obviamente. De repente escucha en el exterior, en la calle, la radio de un vehículo con una música estridente, sin pensar pasamos a condición amarilla, ¿correcta? Al momento escucha un frenazo brusco y unos gritos extraños, decide levantarse y mirar por la ventana, y lo hace quizás en situación naranja. Aun no ha llegado a la ventana cuando escucha de nuevo unos golpes muy fuertes y seguidos, junto con un coro de voces. Posiblemente ya esté en condición rojo cuando mire por la ventana. Y entonces ve que solo son un grupo de adolescentes, ebrios sin duda, que han golpeado sus vehículos y ahora están intentando enderezar el hueco de la rueda para que no roce con el neumático. Y todo esto entre los gritos de sus acompañantes. ¿Bajará Ud. a naranja? Seguramente. Y seguirá en esa condición hasta que los vehículos se alejen y Ud. regrese a su sofá, televisión y copa de vino. Entonces se mantendrá un tiempo su estatus en amarillo, hasta que poco a poco se relaje y alcance de nuevo el blanco.

    Veamos el mismo caso con unas pequeñas modificaciones.

    –          De nuevo está en su casa, en zapatillas, recién duchado, con una copa de vino, mirando tranquilamente el televisor después de una tarde muy ajetreada, ¿condición? Blanco de nuevo obviamente. De repente un golpe fuerte revienta su puerta y ve entrar varios individuos con la cara tapada y armados. ¿En qué condición se sitúa de forma inmediata? Sin duda rojo, aunque este salto de status no es tan sencillo como parece al plasmarlo aquí, lo veremos más adelante.

    Mismo entorno, distinta situación, ¿irreal? Júzguenlo Uds. Ahora cada uno de Uds. puede jugar a plantearse situaciones de todo tipo, familiares, sociales, profesionales, otras, con este código de colores. Les ayudará mucho a mejorar su capacidad de reconocer y observar su entorno.

    La situación blanca es la común para el 99% de nuestros conciudadanos y más desde que los Smartphone han copado toda la inteligencia en sus chips. Relajados, abstraídos, completamente aislados del entorno, enfocados en una pantallita, dormidos (incluso en la calle). Esta situación debe evitarse siempre que estemos lejos de nuestro castillo, nuestra zona segura, de nuestra casa. Incluso en casa debemos descartar esta situación en trabajos que requieran nuestra atención, y no solo para cuestiones tácticas.

    Entramos en condición amarilla cuando estamos atentos a nuestro entorno, cuando observamos todo y solo nos detenemos un poco más en aquello que destaque o no tenga coherencia con el entorno. Es una situación de alerta relajada. No ocurre algo destacable pero mantenemos la atención.

    Entramos en naranja cuando algo, un potencial problema, surge de nuestra observación del entorno, una mirada más larga y atenta de alguien, un movimiento que no corresponde a lo que aparenta, unos gestos improcedentes, etc. Detectamos algo y ese algo nos pone en alerta. Empezamos a pensar como zafarnos o superar este problema si resultara ser real, y seguimos observando acumulando “evidencias”. Si el objetivo discordante desaparece o resulta ser algo inocente podemos regresar a nuestro cómodo y atento estado amarillo. Si no es así y pasamos a ser objetivo de ese algo o alguien anómalo pasamos a un nivel rojo.

    Rojo implica estar ya en “faena”, ya sea defendiéndonos como posicionándonos y preparados para actuar. No significa atacar, significa tan solo estar ya en posición de recorrer el último mm de nuestro disparador mental. El problema ya es evidente y solo nos queda actuar. La forma  de respuesta lo exigirá el momento y la situación, nunca el color. Estar en rojo no exige usar fuerza letal, solo actuar, con la fuerza y capacidad que la situación, la ley y la sensibilidad personal nos exija hacerlo.

    Pasar de un color a otro, ascendente o descendente,  es relativamente fácil y normal, lo hacemos continuamente y sin darnos cuenta en la vida cotidiana. El problema surge cuando ascendemos de blanco a  naranja, o a rojo directamente, eso implica que nos han sorprendido, reaccionar correctamente en estas condiciones nos resultará muy difícil cuando no imposible. Descender de color es innato, de forma inconsciente descendemos escalón a escalón, pasando por cada color sin pensar siquiera en ello, es la forma natural en la que nuestro cerebro gestiona el stress.

    En faena, ¿y ahora qué hago con la aptitud mental?

    El código de colores anterior nos ayuda a definir donde está la mente en cada momento, pero no va a ayudar mucho una vez puestos “en la faena” de salvar nuestra vida o la de terceras personas, ¿Qué aptitud mental aplicamos entonces? Una sencilla, clara y concisa regla natural e instintiva, la Madre Naturaleza la implantó a fuego en todos y cada uno de los genes de sus seres vivos, me atacas te ataco. Por desgracia el ser humano es el único animal que tiende a poner trabas a esta ley natural, la de la supervivencia y la defensa propia, aunque, siendo sinceros, al final siempre acaba ganando la Naturaleza, de una forma u otra.

    Una vez en la desgracia de tener que luchar por la vida, propia o de otros, solo debe existir un ahora y un aquí. No hay lugar para pensamientos superfluos, el problema de la hipoteca o la discusión con el jefe no nos van a ayudar aquí. Tampoco los problemas éticos o legales lo harán. Somos los agredidos, o los defensores de los agredidos, nosotros no obligamos al agresor a actuar, y si el retrocede en su acción bajaremos nuestro nivel de respuesta, de letal a neutralizante o incapacitante, y este al de  control, pero el nivel de respuesta ya no está en nuestras manos, ya no depende de nosotros si no  de los agresores.

    La atención se enfocará en materializar exactamente nuestra respuesta, ya que somos los que “respondemos”, no los que empezamos. Si se dispara se hará centrado y enfocado en neutralizar el peligro, y neutralizar sigue sin ser sinónimo de matar, insisto. Si fallamos no nos recriminamos por ello, habrá tiempo después si queremos hacerlo y salimos de esto, tan solo continuamos enfocados en resolver esta situación que ni queríamos ni buscamos.

    No evaluaremos ni lo que llevamos hecho hasta ese momento ni lo que debemos hacer en el futuro, tan solo conseguiríamos desenfocarnos y perder el aquí y ahora. Ese disparo que sale de su arma en este instante es el que importa, no el que sigue, no el que lo precedió. Tan solo este. Las evaluaciones se hacen tranquilamente frente a un café y entre compañeros, nunca frente a adversarios.

    El ser humano solo puede centrarse en una cosa cada vez, contrariamente a lo que el humor popular cree que pueden hacer las mujeres, y en situaciones de estrés este enfoque se magnifica a grados extremos. Si lo asumimos y lo usamos correctamente, este enfoque nos ayudará a controlar nuestro pánico y miedo consecuente.

    Recuerden un último detalle, solo acabamos cuando la agresión está neutralizada (recuerden y usen siempre esta palabra, neutralizar), no cuando dejamos de disparar por el motivo que sea. Solo acaba cuando no existe agresión y la amenaza esta o bien neutralizada o ha desaparecido.

    La vida es bella.

    La vida es bella y única, ni Ud. ni las potenciales víctimas empezaron ni buscaron esa agresión, por lo tanto si estamos vivos y el agresor o agresores no, es un motivo de alegría. Estamos vivos, hemos salvado vivas, la nuestra y/o las de compañeros o civiles inocentes.

    Existe una estúpida pseudológica (si no conocen esta palabreja les insto a buscarla en un diccionario, no les defraudará) generalizada, extendida por muchos psicólogos, instructores, profesionales armados, jefes, escritores, abogados y jueces, según la cual toda persona tras reaccionar ante una agresión,  salvando su vida y la de otros a costa de la de los atacantes, debe sentirse culpable, dolido, traumatizado, avergonzado incluso. Y esto ¿Por qué? La vida es algo sagrado en todas las culturas, y así debe considerarse, más como profesionales armados, ética y legalmente conscientes de que siempre debemos responder ante un ataque, en el momento o lugar que otros deciden, debemos sentirnos bien de haber logrado salvar vidas. No pedimos, insisto, que nos ataquen, lo decidió el agresor, no nosotros, por lo que el agresor es el único responsable de sus actos y su resultado final. Todo lo demás es simple y llanamente hipocresía, intereses personales y correcciones políticas, ni más ni menos.

    Si hemos entrenado correctamente y de forma realista, si hemos pensado y planificado nuestras acciones en situaciones generales, lo que sería nuestro “antes de”; si en las acciones violentas hemos hecho lo que correspondía al momento y lugar sin salirnos del carril ético, moral, legal y personal, lo que es el “ahora”, entonces, y solo entonces, nuestro “después de” será mucho más controlable y apropiado, no tendremos más problemas internos que los puramente generados por “los de siempre”, Uds. ya saben quienes, para que decir más.

    Lamentar la pérdida del agresor es lamentar nuestra propia supervivencia, recuerden esa frase.

    A modo de conclusiones.

    Recuerden:

    –          “Antes de”: alertas, atentos, pendientes de su entorno, mentalizados.

    –          “Durante”: resuelva la situación como la entrenó y planificó, o lo más cercano a ello que sea posible. Permanezca enfocado y no desista.

    –          “Después de”: siéntase contento de haber logrado salvar vidas, y no permita que ni Ud. mismo ni nadie le convenza que lo hizo mal. Está vivo, ¿pregunte a su familia y amigos si preferían otro resultado?

    En un mundo perfecto todo esto podría ser aberrante, pero vivimos en un mundo humano, hecho por y para humanos, y por ello la perfección brilla por su ausencia.

    Además, realmente la vida es única y bella, vale la pena luchar por ella ¿o no?

    A modo de ejercicios.

    Si han leído mis dos reportajes  anteriores los ejercicios que les planteo no supondrán sorpresa alguna, nuevamente les propondré dos ejercicios específicos, y también solo para Uds., para su propia autoevaluación e instrucción. Pueden comentarlo en la presente página, en una conversación entre compañeros o amigos, escribir su propio artículo, rebatirlo, aceptarlo, olvidarlo, o simplemente probar a ver hasta dónde llegan y que conclusiones sacan de todo ello. Hagan lo que hagan, si han llegado hasta aquí significa que tienen un interés genuino, lo cual ya es mucho.

    Ejercicio 1:

    –          Busquen en su vida cotidiana, familiar, social y profesional sucesos que ejemplaricen lo comentado en los tres puntos de este trabajo, tanto individualmente como en conjunto. Busquen sucesos del tipo cotidiano y también extraordinario. Busquen e intenten sacar conclusiones, datos, lecciones, ejemplos. Se darán cuenta que esos tres puntos están en su vida cotidiana tanto como en los sucesos extraordinarios y estresantes.

    Ejercicio 2:

    –          Usando de nuevo el último libro de Don Ernesto Pérez Vera y Don Fernando Pérez Pacho, “En la línea de fuego. La realidad de los enfrentamientos armados, busquen e identifiquen cada uno de los puntos aquí comentados, individual y en conjunto. Analícenlos desde lo relatado, desde los hechos, sin críticas negativas, solo como lecciones a absorber. Súmenlo a las explicaciones, datos y magníficos comentarios de ambos autores, y sorpresa, ya somos casi neurólogos tácticos, pero solo casi.

    No serán mejores profesionales con esta lectura ni con los ejercicios, o quizás sí, pero no por el hecho de realizarlos, si no por su interés y deseos de mejorar, aprender y avanzar en la dura vocación de proteger y servir.

    Cuídense y cuiden de los suyos.

    http://cecilioandrade.blogspot.com/2014/10/alerta-y-atento-paranoia-o-sana.html

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